Mi pasado cabe en el buró de la cama,
en un huequito de la billetera
o en las habitaciones cerradas de la casa
todas las mañanas me siento un reptil moribundo
que va perseguido por un sinfín de cosas
olvidadas / retrasadas / pospuestas
como una contingencia neuronal
una tarde desplomada por la lluvia,
cada minuto olvido más cómo escribir mi nombre en la pared
o en cualquier parte,
soy un soplo de letras por el aire sin dónde aterrizar
pienso en la seducción de la literatura
en la omnipresencia del escritor,
en su posibilidad de evocar recuerdos
ahogar el ego / sustituir la realidad / ser falsario
de una realidad que nos toma por crédulos
la inocencia se olvida
como el que olvida su amor en la mohecida cantina de la adolescencia,
o el que lamenta que ::: el hubiera :::
tenga ese maldito placer egoísta de no existir
nunca conoceré el mundo con otros ojos
jamás volveré a ser el niño de cinco años que le temía a las sombras
ni el de quince que devoraba estrellas,
mucho menos el de veinticinco que se perdió entre madrugadas
que ahora mis párpados llevan a cuestas,
un día de éstos, compraré un nuevo corazón a la altura de mi inocencia
por lo menos / de la que aún me queda.